Preparación para el sacerdocio - SMM- Spanish

Misioneros Montfortianos

Compañía de María

Misioneros Montfortianos
Vaya al Contenido

Preparación para el sacerdocio

Nuestro Fundador

Cuando dejó Rennes, para comenzar una nueva etapa en su vida, Luis María tomó decisiones drásticas que eran el símbolo del estilo de vida que había decidido seguir. Su familia le había ofrecido un caballo para ir a París, pero él se negó; su madre le regaló un vestido nuevo y su padre le dio diez escudos para cubrir sus gastos de viaje. Algunos miembros de su familia lo acompañaron hasta Cesson, donde el camino a París cruzaba el río Villaine, y allí lo saludaron. Cruzando el puente, Luis María aprovechó la primera oportunidad que se le ofreció para dar sus diez escudos de limosna, y luego cambiar su ropa nueva por la de un mendigo, y continuó su viaje, decidido a partir de ese momento a depender únicamente de la Providencia para sus necesidades y vivir su vida cerca de los pobres.

Cuando llegó a París, descubrió que su benefactor no le había proporcionado dinero suficiente ni siquiera para entrar en el "Pequeño Saint-Sulpice", así como lo llamaban, es decir, un internado separado relacionado con el seminario principal, pero destinado principalmente a los estudiantes más pobres. Por eso tuvo que alojarse en una sucesión de pensiones administradas por algunos sacerdotes sulpicianos, donde la dieta era pobre y el alojamiento escaso. Mientras tanto, asistió a la Universidad de la Sorbona para recibir lecciones de teología. Quizás con un entusiasmo imprudente, Luis María sumó sus penitencias a los rigores de esta vida, con el resultado de que, después de menos de dos años, se enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizado en el Hotel-Dieu. Fue casi un milagro que sobreviviera tanto a su enfermedad como a la sangría administrada como parte de su tratamiento hospitalario; y quizás fue un milagro más que, al ser dado de alta del hospital, se encontró con un lugar reservado en el Pequeño Saint-Sulpice, al que ingresó en julio de 1695.

Saint-Sulpice fue fundada por Jean-Jacques Olier, uno de los principales exponentes de lo que se conoció como la "Escuela Francesa de Espiritualidad". Con su énfasis en el misterio de la Encarnación y en el lugar de María en el plan de salvación de Dios, fue un lugar ideal para que Luis María desarrollara los temas de su espiritualidad personal. Sin embargo, otros aspectos de la espiritualidad sulpiciana no parecen haberlo atraído tanto como, por ejemplo, la tendencia a colocar al clero en un pedestal, hasta el punto de que existía el peligro de que se volviera presuntuoso.

Su paso por Saint-Sulpice también le dio la oportunidad de estudiar la mayoría de las obras disponibles sobre la espiritualidad y, en particular, sobre el lugar de María en la vida cristiana, especialmente cuando fue nombrado bibliotecario. También tuvo tiempo para desarrollar habilidades catequéticas, especialmente entre los jóvenes pobres de la parroquia de Saint-Sulpice.

Llegó el momento de ser ordenado sacerdote en junio de 1700, y pocos días después celebró su primera misa en el altar de la Santísima Virgen en la iglesia de Saint-Sulpice. Permaneció unos meses en París antes de embarcarse en su ministerio sacerdotal.


Regreso al contenido