Peregrinación a Lourdes
LOURDES - Peregrinación a Lourdes en julio: Una experiencia personal y comunitaria de encuentro con Dios y con los demás siguiendo los pasos de Santa Bernardita.
Del latín peregrinus, peregrinación significa «ir lejos». El peregrino es el que va a lo lejos, va al país extranjero y permanece allí. Luego, progresivamente, la palabra se convertirá en «peregrinación», como desplazamiento hacia lugares santos, con un fin religioso.
Durante este tiempo de peregrinación, descubrimos tres experiencias que se siguen: en primer lugar la victoria sobre el espacio, ya que el peregrino debe romper el esquema de su vida habitual e ir a otra parte cambiando interiormente; luego el contacto con el lugar sagrado que es un santuario y, por último, el encuentro con Dios y los demás. La peregrinación puede ser para el cristiano un camino para salir de su vida cotidiana, de lo que le impide ponerse en el camino de Cristo. «Yo soy el camino», dice Jesús en el evangelio según san Juan 14, 6. El camino simboliza el camino a seguir.
Ir en peregrinación a un lugar santo es un acto de devoción espontánea y privada. El cristiano se pone en camino hacia un santuario para pedir y obtener diversas gracias. El peregrino puede tener la intención durante su peregrinación de obtener, por ejemplo, la curación del cuerpo a través de un milagro y la esperanza de encontrar la salvación de su alma.
San Luis María de Montfort es, con razón, considerado un gran peregrino. Habría recorrido unos 25.000 km a pie. ¿Por qué hizo tantas peregrinaciones? Es a través de sus escritos que podemos encontrar algunas motivaciones que lo acompañaron durante sus numerosos viajes: Montfort quería tocar los corazones (He tomado un humor errante/ Para salvar a mi prójimo, Cantar 91, 2). Una segunda motivación fue la búsqueda de Dios. La peregrinación es también para Montfort una búsqueda de Dios en Jesucristo que quiere expresar con todo su ser. La peregrinación expresa su camino hacia Cristo. Una tercera motivación es la comunión profunda con María. La peregrinación es para Montfort una hermosa ocasión para vivir una unión profunda con María. Su amigo, Jean-Baptiste Blain, ya había notado esto a su partida hacia París en el puente de Cesson cerca de Rennes: «Los ojos a menudo en el cielo, el corazón en Saint-Sulpice, la invocación continua de María en la boca, es así que partió de Rennes» (Peregrinación, en el diccionario de la espiritualidad montfortiana).
Después de la misión peregrinante del padre de Montfort, nuestra peregrinación a Lourdes en julio pasado estuvo marcada por momentos fuertes. Habíamos tenido la ocasión de celebrar diferentes sacramentos en este caso la eucaristía y la reconciliación; también el descubrimiento del santuario y las huellas de la vida de santa Bernardita; las enseñanzas de la iglesia con un acento puramente montfortiano y la ayuda mutua.
Como uno de los guías del grupo, hemos tratado de ayudar a cada uno de los peregrinos a ponerse en camino con un intenso deseo de Dios, a caminar con la oración en la boca y en el corazón, a dar un ambiente agradable y fraterno. Dejando siempre a la Virgen María el lugar de elección en nuestros corazones y como Montfort, estábamos todos invitados a mirar e imitar a la Virgen María sobre todo en su peregrinación de fe. Por eso, Montfort nos invita a ser peregrinos a través de toda nuestra vida a fijar nuestra mirada en Jesús-Cristo: «Este es nuestro modelo para vivir/ Tomemos sus mismos sentimientos/ Tratemos, corazones a corazones, de seguirlo/ En sus pasos y sus movimientos» (C 144).
P. Aimé KAMANDA, SMM
0
reseñas