Reflexión del padre Juan Bigoni, smm, con ocasión de la celebración de los 60 años de la presencia de los Montfortianos en Perú

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Reflexión del padre Juan Bigoni, smm, con ocasión de la celebración de los 60 años de la presencia de los Montfortianos en Perú

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Publicado de P. Juan Bigoni, SMM en Perú-Brasil · 12 Noviembre 2021
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PERÚ – Me parece importante “hacer memoria (recordarse)” celebrando la Eucaristía. Un recuerdo agradecido, porque al origen de todo hay una llamada y una gracia.
 
Primero fue la invitación de Pío XII y más tarde con más fuerza la de Juan XXIII, tan cercano de los Montfortianos de Italia. Consagró la iglesia de Redona-Bérgamo. Diciendo: “América Latina necesita urgentemente misioneros”. Un grito que resonó exageradamente en Bérgamo, la ciudad del Papa. Durante ese año, la diócesis de Bérgamo asumió la misión en Bolivia.
 
La joven comunidad montfortiana también escuchó la invitación con la alegría, la impaciencia y el entusiasmo del apóstol. La petición vino expresadamente del Superior General, padre Heiligers quien, después de una visita en América latina, decidió comprometer las provincias de Europa en esta institución misionera. Así en muy pocos años los italianos llegaron a Perú, los holandeses a Brasil, los franceses a Argentina y también un pequeño grupo de españoles a Ecuador. Se unieron a este proyecto las Hijas de la Sabiduría y los Hermanos de San Gabriel. En Ñaña, desde los primeros años, las 3 congregaciones unidas en el mismo proyecto como un nuevo Saint Laurent-sur-Sèvre. El Padre Heiligers indicó los objetivos de esta misión en Perú: el servicio pastoral en la futura parroquia de la Visitación, las misiones itinerantes con difusión de la espiritualidad y en último el seminario. Primero, la realidad encontrada y las posibilidades de los misioneros marcaron el camino; pero se dejó el seminario, entre paréntesis, durante un momento dado. Más tarde, si, muy rápido en la parroquia de la Visitación nació la primera y única vocación montfortiana como hermano, Abilio; una presencia importante en su sencillez, su espíritu de fraternidad, su entrega apostólico para todos nosotros, hasta recientemente cuando el Señor lo acogió.
 
El grupo se reforzó y se definió desde los primeros años. Pronto las misiones comenzaron en las regiones montañosas con el padre Luciano Cicciarelli y el padre Scottoc, y el trabajo pastoral fue asumido en la región de Ñaña. El padre Scottoc falleció pronto. Poco tiempo después nos dejó el hermano Domingo, que fue encontrado muerto en uno de los bancos del oratorio donde acogía siempre a los jóvenes de la calle y las hacía jugar y orar guardando las llaves que tenían. El padre Felice nos dejó también siempre feliz.
 
En la siguiente década, el padre Roger de Francia se añadió al grupo. Después de haber visitado todas las comunidades montfortianas de América Latina, impresionado por la realidad de la miseria y de la violencia en Cárcamo, decidió continuar con nosotros.
 
En los años 1980, se abrió el seminario y al mismo tiempo unas fuerzas jóvenes llegaron de Italia que nos permitió ampliar la obra pastoral: Huánuco, la selva amazónica, Haycan, era un buen equipo misionero. Un tiempo de vida, de crecimiento, de entusiasmo, de entrega apostólica. En 1985, teníamos las ordenaciones de los primeros Montfortianos peruvianos Desde los años 1960, las migraciones del campo hacia la ciudad continuaron y grandes cambios sociopolíticos, económicos y eclesiales se manifiestan de manera mayoritaria… y en los años 1980 empieza también la violencia terrorista, que se persigue a lo largo de los 20 años. La vida y el trabajo son más difíciles et intensos para todo el mundo.
 
Lo que siempre caracterizó y marcó la presencia de los Montfortianos, es su proximidad con los pobres, los humildes y por su servicio pastoral determinado y atento. Los servicios se crearon para responder a las necesidades espirituales y materiales de las personas y de las estructuras al servicio de nuevas parroquias. Un buen espíritu de comunidad y de colaboración fue siempre entretenido con las Hijas de la Sabiduría. La relación con los cohermanos de Montfort en América Latina estaba muy bien cultivada.
 
Al mismo tiempo, empujados por el camino de la Iglesia de América Latina, Medellín, Puebla… que encuentra siempre unas respuestas y una posibilidades para formar a laicos y una colaboración entre las comunidades cristianas vivas y comprometidas con la catequesis familiar, los movimientos bíblicos y grupos de laicos montfortianos. Siempre existía la colaboración de gente humilde. En 1997 nos juntamos con Brasil en una sola delegación, para ayudarnos en la única misión. El padre Andreol es el primero en pasar de Perú a Brasil.
 
El tiempo pasa rápido y sin pensarlo nos encontramos hoy celebrando los 60 años de la presencia montfortiana en Perú. Varios de nuestros hermanos están ya con el Padre Celestial, nuevas realidades emergen y seguimos ofreciendo nuestro pequeño servicio de Evangelización. Los grupos de María, los grupos de personas consagradas, los laicos montfortianos, que nos acompañan siempre. Ahora es tan claro que el rostro de nuestro grupo ha cambiado, podemos decir que es un grupo peruviano-brasileño con un rostro latino-americano. Ahora, avanzamos, quizás con menos medios y fuerza para crear nuevas estructuras, pero siempre con la ayuda de Dios y animados por la fe de esta gente pobre y sencilla. Y hoy, desearía recoger toda esta historia y el futuro que nos espera en esta celebración eucarística.
 
Sobre todo, hacer memoria (intentar recordarse): una memoria por el amor y la misericordia de Dios que nos acompaña siempre: todo es su obra y don de su amor y su fidelidad. Recordaros también de la entrega de tantos de nuestros hermanos, de los cuales varios están ya en su presencia divina.
 
Al mismo tiempo, pedir perdón por nuestro pecados, límites, falta de respuestas… orar para que Dios nos sostenga, nos ilumine y nos fortalezca.
 
A la escucha de la Palabra: la de hoy nos recuerda aun una vez más que “todo depende de la fe, cada uno es una gracia”. San Pablo nos presenta a Abraham que “creía contra toda esperanza en Dios que da la vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe”. Una llamada inquebrantable a mirar, a escuchar, a discernir, a confiar, y a continuar a caminar no sostenido por nuestra fuerza, sino sobre todo en Él.
 
Ofrecer la vida y la entrega de tantos cohermanos, nuestras intenciones, nuestra entrega y nuestras esperanzas, para que Dios les acoja y les transforme en signo de amor.
 
Consagrar: ser una parte viva de su don, con el poder del Espíritu Santo y ser el pan partido y compartido por todos nuestros hermanos.
 
Comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo: Nos transforma, nos une a él y unos a otros. Nos confiamos a María nuestra madre con la consagración total.
 
Asumir: el proyecto de Dios en la entrega apostólica como comunidad montfortiana, comunidades orantes, fraternas y apostólicas, acompañados por María, Montfort y María Luisa de Jesús. Y que la Eucaristía sea siempre el sentido, el corazón y la fuerza de nuestra vida y de nuestra misión.
 
 
P. Juan Bigoni, SMM










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